Dirigentes Millonarios, Obreros pobres

Dirigentes Millonarios, Obreros pobres

El sindicalismo argentino tiene tres costados perversos: corrupción, violencia e impunidad. Y su dirigencia, la que representa a la masa de trabajadores se caracteriza por ser varias veces millonaria. Dirigentes sindicales millonarios que representan a trabajadores que no siempre alcanzan a superar la línea de pobreza.

Tan sólo repasar las últimas décadas obliga a advertir que esta clase de sindicalismo ha sido cómplice y protagonista decisivo para que los trabajadores sean siempre la variable de ajuste del modelo imperante. Fueron cómplices en la pérdida de conquistas laborales, fueron cómplices necesarios en la caída del salario, y en la precariedad laboral. Así creció en la clase trabajadora y en el conjunto de la población el sentimiento de rechazo hacia esta dirigencia sindical. Sin embargo, toda la dirigencia política de una u otra manera los ha cobijado, utilizado y alimentado. Este sindicalismo, que tiene su rostro más perverso en los Hugo Moyano y sus hijos, en los José Pedraza, en los Gerónimo “Momo” Venegas, en los Juan José Zanola, entre muchos otros, es una maquinaria aceitada y puesta al servicio del mejor postor.

No hay que olvidarse de los trece paros generales que padeció el gobierno de Raúl Alfonsín en la reciente recuperada democracia, luego de denunciar el pacto entre sindicalistas y militares. Incluso se vio obligado a entregar el Ministro de Trabajo al secretario General de Luz y Fuerza, Carlos Alderete y luego entregar el poder antes de tiempo al electo presidente Carlos Menem. El sindicalismo corrupto, violento e impune había cumplido así una gran misión al peronismo. En la década de los ´90, ese mismo sindicalismo fue un factor clave y hasta promovió y fue parte de las privatizaciones de las empresas del Estado, dejando a muchos trabajadores fuera del mercado laboral, incrementando el trabajo en negro y los que estaban en blanco debieron soportar leyes de flexibilización laboral y la privatización de las cajas de jubilaciones, entre otras entregas. Sólo la Central de Trabajadores Argentinos se opuso a ese modelo y por eso fue castigada con le negativa de que cuente con una personería jurídica. Castigo que también ejecuta el actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. 

Hace pocos días, la Justicia privó de la libertad al titular de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UARTRE), Gerónimo Venegas, por la investigación de los medicamentos truchos que involucran a las obras sociales de los sindicatos. Ese sindicalismo, junto con las patronales como la Sociedad Rural, salieron a cortar la ruta del país. Querían impunidad. Venegas fue excarcelado luego de pagar una fianza en efectivo de 500 mil pesos. Hace pocas horas, la jueza Susana Wilma López, en el marco de la investigación por el asesinato de Mariano Ferreyra ocurrido en octubre pasado a manos de una patota vinculada al gremio ferroviario, detuvo a José Pedraza. 

Ese sindicalismo salió a hacer huelgas para pedir la liberación de su líder como si fuera una reivindicación laboral y no se estuviera frente a una investigación penal por el asesinato de una persona. Este sistema de casta en el sindicalismo argentino no sólo ha sido cómplice y protagonista de la destrucción del país, sino que estructuró para defender sus intereses y sus negocios un sistema mafioso que tiene en la actualidad plena vigencia y que se sustenta en la corrupción, la violencia y la impunidad. Pero con otro ingrediente: cuenta con la solapada complicidad de la dirigencia política, especialmente del oficialismo y de la oposición. 

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