La CGT y el peronismo

La CGT y el peronismo
El sindicalismo argentino organizado alrededor de la Confederación General del Trabajo (CGT), a diferencia de los sindicatos y centrales sindicales de otros países que estuvieron vinculados a los partidos comunistas, socialistas e incluso anarquistas, fué desde mediados de los años cuarenta, la «columna vertebral» del partido Justicialista conducido en vida por el Gral. Juan Perón, esto generó que la dependencia partidaria de los sindicatos fuera cada vez mayor, y que las decisiones de estos tuvieran que ver más con cuestiones internas del peronismo, que con las propias necesidades de los trabajadores. 

El fuerte movimiento obrero argentino reconocido por sus logros y sus luchas, fué vaciado de contenido por una elite burócrata, en los últimos 25 años, que supo mantenerse a la cabeza de los sindicatos de la CGT vía diversas alianzas con el poder político de turno, fuera este encabezado por gobiernos militares o «democráticos».

Los distintos intentos de construcción de un sindicalismo combativo como fué la «CGT de los Argentinos» en los años 70s, fueron atacados por esta burocracia sindical, como por los gobiernos de turno que se encargaban de proscribir, perseguir e incluso aniquilar a los principales cuadros de esta corriente, recordemos el periodo de 1975/76 de López Rega y las triple A, así como el nefasto periodo de la dictadura genocida de 1976/83 que desapareció, asesinó y encarceló a todos los dirigentes y activistas sindicales comprometidos. Con la vuelta de la democracia el sindicalismo agrupado en la CGT supo conducir luchas importantes en tanto no estaba en juego su identidad peronista, así el Gobierno del radical Raúl Alfonsin (1983/1989) tuvo que soportar 13 paros generales que paralizar la argentina y lograron frenar en parte el embate de una política que años después (con el menemismo) habría de consolidarse.

En 1989 con la asunción del presidente de origen Justicialista Carlos Menem, la situación seria otra. Este “caudillo provincial” llega al poder en alianza con sectores sindicales y populares, con un programa de tinte nacionalista y populista, al llegar al gobierno borra con el codo lo que escribió con la mano y decide entablar alianzas con sectores del capital financiero y los sectores más concentrados de la industria. 

Con la asunción del “Superministro” estrella de Economía durante el menemato, Domingo Cavallo, se consolida la implementación de las clásicas medidas fondomonetaristas: el plan de convertibilidad monetaria, las privatizaciones másivas de las empresas públicas, la apertura indiscriminada, el increíble endeudamiento externo que paso de 46.000 a 120.000 millones de dólares, hacen de la Argentina un modelo a imitar con por el FMI, con tasas de crecimiento anual de más del 5%, sin embargo estas medidas impactan en el aparato productivo de una singular manera, generando el quebranto de cientos de fábricas y miles de pequeñas y medianas empresas desaparecen, los trabajadores sufren un retroceso nunca visto en términos de empleo aumentando drásticamente los niveles de desocupación que se triplican en menos de una década (del 6% en 1988 a el 18% de 1998) en la actualidad la cifra supera el 23%. 

La CGT aliada al presidente Menem hizo lo posible por facilitarle sus planes... ferrocarriles, petróleo, aerolíneas, comunicaciones, transporte, etc., fueron algunas de las áreas que fueron privatizadas con el despido de decenas de miles de trabajadores y la prácticamente ausente respuesta o resistencia gremial. Frente a esta complicidad desde distintos rincones del país se comenzaba a gestar, al comienzo tímidamente, un nuevo modelo sindical.
Gabriel Ariel Ogando

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